Ahora no llegamos a imaginar cuanto recordaremos estos días ni cuan felices fuimos en ellos. Cuando una cama no significaba dormir ni un beso un hasta luego.
El látex era nuestra religión y todo huele así allá por donde vamos; el semen y el sudor cargaban esa atmósfera que llaman olor a sexo y en la que dejamos de respirar oxígeno para tragar auténticas bocanadas de vapor de agua y feromonas que nos transforman unos auténticos animales. La única ocasión en la que te desnudas dejándote los calcetines y en la que se puede correr sin riesgo de lesión.
En estas noches todos los fluidos son comunes. El único ejercicio que es mucho más divertido en la parte más dura. El único trabajo en el que la monotonía induce a la espontaneidad y una ducha, una silla o una mesa adquieren diferentes funciones. Donde al liberar 3 mililitros se destapan millones de sueños y es tal la complicidad entre los dos que surge el fenómeno más parecido a la magia que puede recrearse, eso sí, también se requiere de una varita y un conejo.