Si existe algo más doloroso que perder a lo que se ha amado, eso es la nostalgia por algo que no sucedió jamás.
Fue como remontarse quinientos años atrás cuando los tentativos aventureros arribaron a nuevas tierras repletas de misterios. Ella era una flor en medio de la peligrosa selva, vistosa y llamativa con una fragancia jamás antes olida, que se movía pero también te hablaba de mundos salvajes de monos araña y tortugas marinas.
Entre ese laberinto verde te acogió y te amó, mucho menos inocente que sus antepasados aztecas pero mucho más ardiente.
Con un beso y un abrazo se solaparon dos universos tan distantes. Con una caricia y una sonrisa dijo: "no puedo" y no la volví a ver jamás.
"El espíritu de un hombre se ensanchece ante nuevas experiencias"
Into the wild: Hacia rutas salvajes